Los carpinteros de las barcas
La barca de la Luria de Garrovillas, con el barquero, Mateo García; Narciso Corbacho, el cartero, y Desideria en el año 1948
Las barcas que cruzaban el padre
Tajo por Hinojal, Talaván y Garrovillas las fabricaban unos carpinteros de este
último pueblo. Vamos a contar su relato de la mano de una persona que conoce
bien la historia de su villa y que la ha plasmado en un libro. Se trata de Salvador
Valle Julián, que en noviembre del año pasado tuvo a bien enviarme su obra “Garrovillas de Alconétar. Personajes en su
historia”.
Salvador Valle es corresponsal del
periódico “Hoy” en la localidad, un hombre dedicado a difundir la cultura de su
pueblo por los cuatro puntos cardinales. Coordinó las Jornadas de Historias Locales,
en las que he tenido la suerte de participar, entre ellas la una dedicada la
ponencia al actor de Brozas Casimiro Ortas y la última sobre “Don Feliciano Rocha Pizarro, un obispo en
las tierras de los Condes de Alba y Aliste”. Además, trabaja en los
memoriales de Música Renacentista “Domingo Marcos Durán” y los Premios “Alconétar
de Historia Local”. Es directivo de la Federación que organiza los congresos de
“Extremadura Histórica”.
En su libro, Valle estudia la
biografía de conquistadores, evangelizadores, músicos, políticos, artesanos,
profesores, frailes y así reúne cerca de 200 biografías de los más variados
personajes garrovillanos que han dejado huella viva en el pueblo, tanto
personajes singulares como otros más humildes. Hay familiares del astronauta Miguel
López - Alegría, del catedrático de Economía Ramón Tamames o del periodista de
televisión, que ha entrevistado al Papa Francisco, Jordi Évole.
Y es aquí donde entra el tema de las
barcas, dedicando varias páginas a los barqueros del Puerto de la Luria, que
así se llamaba el que había en este pueblo y que transportaban a los viandantes
desde Garrovillas hasta Acehúche. El nombre Luria significa en México, persona
loca y en Venezuela, persona bebida. “La
Luria, el último viaje” es una novela escrita por Felipe González Iglesias,
natural del pueblo y nieto del último barquero. En esta novela se narra la
historia de la barca de su familia en relación con Garrovillas. Felipe González
trabaja para el Ayuntamiento de Madrid.
Cuenta Salvador Valle que la barca
era el paso obligado de viandantes y de los ganados trashumantes, pues iban o
venían por la Cañada Real y los dueños de los rebaños se quedaban en unas
posadas o paradores por la zona. Ya en
la Carta Puebla fundacional de la villa de Garrovillas, otorgada por el Rey, se
dice que los habitantes de la villa tenían paso gratuito por las Barcas de la
Luria, que también se llamaron las Barcas de las Merinas, barcas que se construían
con las maderas de los pinares de la zona.
Los derechos de las barcas lo
poseían los Condes de Alba y Aliste. A principios del siglo XX era su
propietaria doña Bernardina de Sena Téllez-Girón y Fernández de Córdoba,
Duquesa de Medina de Rioseco y Condesa de la Puebla de Montalbán. En julio de
1911, el Ayuntamiento de Garrovillas se lo compró a esta duquesa, puerto que
duró hasta que el pantano de Alcántara subió aguas y lo inundó, claro que para
entonces ya se habían construido puentes por los que pasaba la carretera y no
eran necesarias las barcas.
Uno de los constructores de barcas
fue Daniel González Gómez (Garrovillas 1867 – 1941), que tenía su taller de
carpintería donde está ahora el Mesón Alconétar. Las barcas se construían, como
ya se ha dicho, de los pinos piñoneros de la zona, pinos que medían entre 10 o
12 metros. Las maderas las llevaban al `pueblo en carretas de bueyes. Primero
se hacía el hondón plano de la barca y en esas mismas carretas trasladaban el
resto de las piezas hasta el puerto de donde se iba a instalar la nueva gabarra.
Había mucho trabajo para darle la vuelta al barco, por lo que necesitaban los
fuertes brazos de unos 20 hombres.
Era tal la fama de los carpinteros
garrovillanos en la construcción de estas barcazas que llegaron a realizar unas
500 para lugares tan distantes como Alcántara, Talavera la Real, Montijo, Montehermoso,
Galisteo y otros lugares. La duración de una de estas barcas era de unos cinco
años… Ahora, con el tiempo, en el próximo
capítulo hablaremos de la barca de Hinojal, con una singular fotografía de
ella.
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