Las industrias de Hinojal a finales del XVIII

 



 

            Estos días de recogida por la pandemia y la nieve en Madrid he estado repasando el tomo XL de una colección de libros titulada “Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España, con inclusión de los reales decretos, ordenes, cedulas, aranceles y ordenanzas expedidas para su gobierno y fomento”, del economista, escritor y viajero Eugenio Larruga Boneta (Zaragoza 1747 - Madrid 1803), libro que se encontraba en la biblioteca de la Facultad de Filosofía de la Universidad Central de Madrid, Universidad que se fundó en 1850, en tiempos de Isabel II, y que ahora es la Universidad Complutense, como reza en un sello en las páginas del libro.

 




            Pues bien, Larruga se dedica a estudiar, a finales del siglo XVIII, la producción e industrias del Reino de España en cada una de sus provincias. Estudió muy bien las dos Castillas y Extremadura

 

            Veamos lo que dice de Hinojal y su industria de telares: “En Hinojal hay un telar, que por lo general no pasa de 300 varas de lienzo lo que texe al año”. (La vara, según el diccionario de la Real Academia Española, es una medida de longitud que se usaba en distintas regiones de España con valores diferentes, que oscilaban entre 768 y 912 milímetros). El de Hinojal debería ser un telar muy sencillo, pues solo daba trabajo a una persona. Añade que en Talaván había tres telares, con un empleado cada uno de ellos y en Garrovillas un total de 22, que empleaba a 22 personas y creaba 15.000 varas de lienzo anualmente.

 



            Y entramos en otra actividad industrial de la época: el jabón. Y cuenta Larruga: “En la Provincia de Extremadura no hay fábricas de xabon duro; pero se hallan varias calderas en donde se hace xabon blanco. Lo regular lo labran los que hacen la obligación de abastecer a los Pueblos. Así da una relación del año 1788 sobre las fábricas, los lugares donde están, su producción y las personas empleadas.

 

            En Hinojal había una fábrica de jabón; en Santiago del Campo, otra y en Garrovillas, otra más, donde había empleada una persona que producía unas 600 arrobas de jabón al año. La más importante estaba en el Casar de Cáceres que, con ocho personas, producían unas 4.500 arrobas de jabón.


            De estas dos actividades, tengo recuerdos de mi infancia en Hinojal. La primera es que en aquellos tiempos se aprovechaban todas las telas viejas y no se tiraban a la basura como se hace hoy, sino que recortaban en tiras y se hacían ovillos. Cuando había muchos ovillos, pero muchos, venía una persona de fuera se los llevaban y con ellos hacían unas mantas, algunas de las cuales aún se conservan en casa y servían para ponerlas debajo de los colchones.

 

            La otra actividad es la de hacer jabón casero, del aceite y de la grasa que sobraba y de los tocinos añejos, las abuelas hacían jabón con sosa para lavar y fregar los suelos, una faena casera que se ha perdido en la actualidad.

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