El Castellano y la Pelúa
Estos días me ha entrado las ganas
de volver a mi pueblo natal y recorrerlo a través de los libros y de la
documentación que tengo guardada de Hinojal del Campo, que así se le conocía de
antiguo. En mi último artículo Ynojale le llamaba el ingeniero militar italiano
Lorenzo Possi, del que se ha hecho eco la Rea Asociación Española de Cronistas
Oficiales, RAECO, del que tengo el honor de formar parte de su junta directiva
nacional.
Se puede ver si se pica este enlace: http://www.cronistasoficiales.com/?p=144971
Ahora me toca repasar el libro de
Justo Macarrilla Díaz, “Hinojal. Paisajes y costumbres tradicionales, el padre
de mi amiga Felisi, una hinojaliega enamorada de su pueblo.
Este
libro se lo regalé a mis padres el 15 de agosto de 1999 y el autor se lo dedicó con estas palabras: “A
mis amigos José y María Cruz para que recuerden las costumbres tradicionales de
nuestro pueblo”. La publicación, de 254 páginas, está impresa en 1997 por Copegraf
y su índice está colocado no por orden del número ascendiente de páginas, sino
por temas ordenados alfabéticamente: Actos religiosos, callejas, carnavales,
calles, caminos, canchales, cerros y peñas, Candelas, cosecha, epílogo,
fuentes, charcos y pozos, la siega, Nuestra Señora de la Asunción, oficios,
prólogo, Santo Toribio, San Sebastián, toros y veredas.
En
la portada se ve la imagen del escudo de Hinojal, un monumento donde según me
cuenta mi prima hermana Angelita Méndez Rivero, la vertedera que hay allí,
junto al escudo, la regaló mi tía Valentina Rivero Leno al pueblo. ¡Una pena
que se haya roto la madera que tenía el arado por no haberla pintado con un
líquido conservador de madera, con lo poco que cuesta!
El
prólogo lo escribió su sobrino Guillermo Vecino Macarrilla, quien dice: El autor. D. Justo Macarrilla Díaz, es una
persona que se ha hecho así mismo y que ha demostrado tener importantes dotes
autodidactas…ha escrito este libro, que consideramos necesario, por cuanto
viene a recordar y perpetuar aquellas costumbres, referencias geográficas,
canciones, refranes, etc, que corrían el peligro de perderse para siempre en el
olvido…”.
En
las páginas 64-65 se habla de mis abuelos maternos Francisco y Alfonsa. Y copio
textualmente: Siguiendo la calle y en la
esquina de la otra acera tenía el comercio el señor Francisco Domínguez, el
Castellano, que estaba casado con la tía Alfonsa Flores, hija del tío Andrés
“Pelúa”. Te habrás dado cuenta, querido lector, que al Castellano le decimos
señor, y a la Alfonsa, tía; esto es porque en el pueblo a los forasteros les
decimos señor o señora, y a la gente del pueblo le decimos tío o tía, según los
casos.
Más adelante, en la misma acera,
está el almacén, que era un corralón muy grande con un buen tinado. Hoy ya está
dividido en unos cuantos trozos. Este almacén, tiene un pozo que nadie lo ha
conocido seco, y en los años de sequías, acudían los vecinos a darle de beber a
las caballerías porque no había agua en ninguna de las charcas; en las fuentes
públicas, sí que habría, pero no estaba permitido darle agua a los animales en
dichas fuentes, esta agua era solamente para beber las personas.
Familia Domínguez Flores en marzo de 1972
He
buscado algo referente a mis abuelos paternos: José Rivero Pizarro y Alejandra
Leno Durán, pero pese a vivir en la calle de la Cruz, la casa donde nací, no he
encontrado – o mejor dicho no he visto ninguna referencia. La historia del
abuelo la está escribiendo un primo hermano: Marciano Rivero Breña, pero esta
es otra historia.
Comentarios
Publicar un comentario