Rocha Pizarro no fue asesinado
Se cuenta que, si don Feliciano
Rocha Pizarro no hubiera sido nombrado obispo de Plasencia el 28 de enero de1935,
muy probablemente hubiera sido asesinado en Toledo durante la cruenta Guerra
Civil, como lo fueron algunos de sus sacerdotes, cuando él era obispo auxiliar
del arzobispado y vicario episcopal sustituyendo al cardenal Pedro Segura, tras
ser expulsado éste de su puesto. El cardenal Segura, que había sido obispo de Coria
– y conocía muy bien las tierras cacereñas- era un tío bravo. Se enfrentó a las
autoridades de la República, por lo que un ministro del Interior lo expulsó de
España y, cuando vencieron las tropas nacionales, también se enfrentó al régimen
de Franco.
Uno de ellos fue el siervo de Dios
Valentín Covisa Calleja, quien según el sacerdote Jorge López en su blog “464
mártires” escribe que don Valentín fue el sacerdote que ejercía el cargo de
gobernador eclesiástico se dirigió el 7 de octubre de 1931 al domicilio de don
Feliciano y que era obispo auxiliar en sede vacante porque se le había elegido
vicario episcopal. Acompañado por los canónigos, don Feliciano juró el cargo
como vicario y rigió la archidiócesis hasta que fuera nombrado el nuevo
arzobispo, en este caso don Isidro Gomá que fue elegido el 12 de abril de 1933.
Acompañaban a don Valentín, en esta tarea de avisar a don Feliciano que debería
hacerse cargo de la diócesis primada de Toledol otros dos sacerdotes: Don
Idelfonso Montero y don Rafael Martínez. Los tres sacerdotes aparecen en la
lista de mártires por su fe, tras la persecución de la Iglesia durante la época
republicana en esta ciudad española, en julio de 1936.
El cronista lo cuenta así: A las seis de la tarde del 31 de julio de 1936, los
milicianos se presentan para registrar su casa despojándole de sus ahorros.
Hacen salir al sacerdote y a su familia para realizar un minucioso registro y
diferentes incautaciones. Como ejerce el cargo de administrador estos
desalmados piensan que van a encontrar mucho más; así que le obligan a que les
entregue todo el dinero.
- ¿Y ahora de qué viviré?, les pregunta el sacerdote.
Sale con los milicianos
vestido de sotana, aunque con zapatillas y va conversando con ellos, cuando
observa que todo es un engaño y que se dirigen hacia el Paseo del Tránsito de
Toledo. Mas cuando pregunta por qué, no obtiene respuesta; la recibe minutos
más tarde a través de la descarga de fusilería. Cae acribillado y su cuerpo
queda tendido en la calle. En el altar mayor del convento de la Encarnación de
las Madres Carmelitas Descalzas de Cuerva, en la provincia de Toledo, reposan
sus restos.
Comentarios
Publicar un comentario