Rocha Pizarro, miembro de la Junta Provincial de Beneficencia
La noticia completa decía que además
de los dos citados anteriormente: “La
Subsecretaría del Ministerio de la Gobernación ha nombrado vocales de la Junta
Provincial de Beneficencia particular a los señores siguientes: Don Quintín
Pulido Peña y Don Emilio Esteban, propuesto por la Junta y a don Tomás García Pelayo
y don Manuel Castillo, propuestos por el señor Gobernador Civil”, quien por
entonces era el liberal valenciano don Jaime Aparicio y Marín.
Las
Juntas Provinciales de Beneficencia fueron
creadas por el artículo 5 de la Ley de Beneficencia, de 20 de junio de
1849, que encomienda al Gobierno la dirección de todos los establecimientos de beneficencia, los cuales pasan a tener carácter público. Esta ley especificaba
que la gestión de toda la beneficencia
quedaba en manos del Gobierno a través de una Junta General, con sede en
Madrid, y de las Juntas Provinciales, radicadas en cada una de las capitales de
provincia y vinculadas al Gobernador Civil. Estas Juntas Provinciales de
Beneficencia inspeccionaban las gestiones y actividades de los centros públicos
y privados de su territorio.
La
primera Junta Provincial de Beneficencia de la ciudad de Cáceres se creó en
1833 en lo que fuera convento de Santo Domingo, tras su expropiación por la
Desamortización de Mendizabal. Allí se instalaron un hospital, una Casa Cuna y
una Casa de Expósitos. En 1841, el hospital y la Casa Cuna se trasladaron al
monasterio de San Francisco y que también tras su desamortización fue un
cuartel de tropa y de caballería. Tras abandonarlo el ejército, el edificio se convirtió
en hospital, Casa Cuna y refugio de pobres transeúntes. Posteriormente, desde
1947 a 1964, fue regido por los Padres Salesianos como Colegio Provincial de
San Francisco y hoy es la Institución Cultural El Brocense, dependiente de la
Diputación Provincial, según María del Mar Lozano Bartolozzi en su trabajo “Instituciones
asistenciales en Cáceres. Del siglo XIX a las primeras décadas del siglo XX. Hitos
del crecimiento urbano
La Beneficencia y la presencia de la Iglesia en las Instituciones públicas, sin duda son cosa de otra época.
ResponderEliminarEspaña era un país técnicamente subdesarrollado, a principios del siglo XX. El altísimo índice de analfabetismo y la situación prácticamente medieval del mundo rural, hacían de nuestro país un lugar donde la pobreza era el pan nuestro de cada día.
De ahí que el Estado se encargara de la Beneficencia, porque la pobreza y las necesidades eran realmente una cuestión grave y generalizada.
Mi padre, que conoció de primera mano toda esa realidad, agudizada por la postguerra civil de 1936-1939, me contaba que los pobres eran los que no tenían ni para comer. Los que podían comer eran los privilegiados, pero comían de una manera precaria, de todas maneras.
Creo que hoy día la Beneficencia podría estar representada por las llamadas ONGs, aunque tengo la impresión de que pronto vamos a necesitar volver a la "caridad" pública, dadas las deprimentes circunstancias actuales.
La Beneficencia y la presencia de la Iglesia en las Instituciones públicas, sin duda son cosa de otra época.
ResponderEliminarEspaña era un país técnicamente subdesarrollado, a principios del siglo XX. El altísimo índice de analfabetismo y la situación prácticamente medieval del mundo rural, hacían de nuestro país un lugar donde la pobreza era el pan nuestro de cada día.
De ahí que el Estado se encargara de la Beneficencia, porque la pobreza y las necesidades eran realmente una cuestión grave y generalizada.
Mi padre, que conoció de primera mano toda esa realidad, agudizada por la postguerra civil de 1936-1939, me contaba que los pobres eran los que no tenían ni para comer. Los que podían comer eran los privilegiados, pero comían de una manera precaria, de todas maneras.
Creo que hoy día la Beneficencia podría estar representada por las llamadas ONGs, aunque tengo la impresión de que pronto vamos a necesitar volver a la "caridad" pública, dadas las deprimentes circunstancias actuales.