Una majada de Hinojal

 



 

            Siempre es bueno que a uno le lean y que le respondan a través de las redes sociales. Esto ha ocurrido gratamente con un envío del paisano Santiago Bernal, nacido en la calle de la Reina número 8, de Hinojal, y que me ha enviado las fotos de esta majada, un trabajo artesanal hecho por él fuera de nuestra tierra, en Cataluña, donde recuerda, desde la lejanía, los momentos pastoriles de Hinojal.

 





        Majada, según el diccionario de la Real Academia Española, es: Lugar donde se recoge de noche el ganado y se albergan los pastores”.




            Se la ha regalado a su nieta Julia, de 14 años, para que vea lo dura que era la vida en aquellos difíciles años de su juventud por los campos de nuestro pueblo, pues a los 7 u 8 años Santiago ya estaba trabajando con los ganados en el Pusío del Carrion, propiedad de los Arias, ayudando a su padre, Gonzalo Bernal Sánchez, al que llamaban de apodo “Jeremías”. A los 18 años, en 1966, dejó el pueblo y salió para Barcelona y siempre se ha dedicado a temas del automóvil.

 




            La tarea de elaborar esta majada le ha llevado unos tres meses y tras acabarla, el chozo mide unos centímetros de largo por 20 de alto. El armazón está hecho con varillas de álamo negro, pues se trabaja mejor al doblarlas, y la cubierta con esparto machado. Lo remato con una puertecita de madera en el que grabó un árbol quemando esa misma madera.

 


 

           Era un modelo que lo tenía en la cabeza desde sus tiempos juveniles, ya que había visto más de una majada de este estilo y que solía tener una altura de 1,70 centímetros donde vivían los pastores que usaban como casa y dormían en unas camas hechas de madera y escobas, y un saco de paja servía de colchón, tapándose con mantas y pieles. En el centro estaba el fuego que servía para cocinar y dar calor a la estancia. Fuera del chozo en un palo perchero, sobre el suelo, se colgaban las sartenes y otros objetos de ese curioso hogar pastoril. Los pastores la cambiaban de sitio, pues era transportable, según fueran de una finca a otra.

 

  




          Lo que sí puedo decir es que he tenido la experiencia vital de haber dormido de niño en uno de esos chozos que había en la finca “La Castellana” que comprara en los años 50 del siglo pasado mi abuelo José Rivero Leno, “El Pepón”, en los terrenos de Alcántara, mientras ayudaba a mi padre a cuidar las ovejas y las vacas que había allí, antes de salir a principio de los años 70 a estudiar Periodismo a Madrid.

 



            Quiero recordar que en los nacimientos de Navidad que hacía mi madre, con hierba natural, que íbamos a buscar mis hermanas y yo, por las “cortinas” (huertos) en el pueblo de Brozas, donde hemos vivido por más de 60 años, había una majada de este tipo, como representación de los pastores de Belén.

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